Canarias IUSPORT

19 noviembre 2010

EL LÍO DE MOURINHO Y PRECIADO

El intercambio verbal entre Manolo Preciado, entrenador del Sporting de Gijón, y José Mourinho, entrenador del Real Madrid, ha pasado a mayores. La Comisión contra la Violencia en el Deporte ha pedido que se tomen cartas en el asunto.

La polémica comenzó cuando Mourinho, semanas atrás, acusaba a Preciado de haber regalado el partido contra el Barcelona al reservar varios jugadores titulares en el partido del Camp Nou, a lo que el técnico de los asturianos respondió calificándolo de "canalla" y "mal compañero". La disputa verbal se prolongó tras la conclusión del partido reciente entre el Sporting y el Real Madrid, cuando en las galerías del Molinón, Mourinho y sus ayudantes se enzarzaron con Preciado en un cruce de gestos y recaditos que ponían colofón a la crispación que rodeó el choque. "Cuando iba con mi hijo por la zona mixta, Mourinho levantó los dos dedos en señal de victoria o de Segunda y uno de sus ayudantes nos gritó ¡a Segunda!", relató Preciado. Según la versión del Madrid, fue el técnico sportinguista el que inició el incidente, al lanzar una botella de plástico al autobús madridista, insultar y llevarse ambas manos a los genitales.

Ya conocen el concepto que tengo del entrenador luso, hombre malcriado donde los haya, pero en este caso no parece tener más culpa que el entrenador gijonés. Las declaraciones iniciales de Mourinho podrían encuadrarse entre las típicas del lenguaje futbolero, al punto de que la misma opinión la comparte la mayoría de los aficionados. Fue cierto que Preciado reservó a sus mejores jugadores en el partido contra el Barcelona. Hasta ahí, es un comentario picón pero no implica una descalificación profesional de Preciado, no se duda de su aptitud; fue en realidad una crítica a la estrategia del Gijón, no vemos otra explicación a la decisión de este equipo. Sin embargo, la reacción de Preciado fue claramente desproporcionada. Llamarle "canalla" traspasa la línea roja, excede lo que se entiende como mera crítica para adentrarse en lo ofensivo. Claro, esta conducta desencadena luego otra del portugués de similar estopa, también reprochable.

El asunto pudo haberse quedado ahí, pero ante la trascendencia que se le ha dado al incidente, también exagerada, la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte acaba de instar a la Federación Española de Fútbol a que "adopte las medidas disciplinarias oportunas". Este organismo considera que "es necesario atajar estas situaciones ante el riesgo de que pudieran reproducirse en el futuro". Lo probable es que el Comité de Competición les incoe expediente a ambos técnicos y resuelva imponerles sendas sanciones de amonestación o multa.

Así pués, un incidente que empezó en simple trifulca de patio de vecinos salta al ámbito disciplinario. Es noticia, sin duda, pero reconozcamos que tiene una importancia relativa, nada que ver con la acusación de mentiroso que Guardiola profirió hace algún tiempo respecto a un colegiado, esto sí que fue grave, gravísimo. En cambio, un mero intercambio de palabras altisonantes entre dos entrenadores y al margen del juego no parecía que tuviera tanta importancia como se le ha dado. Si en lugar de tratarse del entrenador del Real Madrid, o simplemente del hollywoodiense Mourinho, los técnicos enfrentados fuesen ambos de la clase media, el asunto, feo sin duda, habría consumido una esquina de una sóla página de periódico.

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