La polémica comenzó cuando Mourinho, semanas atrás, acusaba a Preciado de haber regalado el partido contra el Barcelona al

Ya conocen el concepto que tengo del entrenador luso, hombre malcriado donde los haya, pero en este caso no parece tener más culpa que el entrenador gijonés. Las declaraciones iniciales de Mourinho podrían encuadrarse entre las típicas del lenguaje futbolero, al punto de que la misma opinión la comparte la mayoría de los aficionados. Fue cierto que Preciado reservó a sus mejores jugadores en el partido contra el Barcelona. Hasta ahí, es un comentario picón pero no implica una descalificación profesional de Preciado, no se duda de su aptitud; fue en realidad una crítica a la estrategia del Gijón, no vemos otra explicación a la decisión de este equipo. Sin embargo, la reacción de Preciado fue claramente desproporcionada. Llamarle "canalla" traspasa la línea roja, excede lo que se entiende como mera crítica para adentrarse en lo ofensivo. Claro, esta conducta desencadena luego otra del portugués de similar estopa, también reprochable.
El asunto pudo haberse quedado ahí, pero ante la trascendencia que se le ha dado al incidente, también exagerada, la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte acaba de instar a la Federación Española de Fútbol a que "adopte las medidas disciplinarias oportunas". Este organismo considera que "es necesario atajar estas situaciones ante el riesgo de que pudieran reproducirse en el futuro". Lo probable es que el Comité de Competición les incoe expediente a ambos técnicos y resuelva imponerles sendas sanciones de amonestación o multa.
Así pués, un incidente que empezó en simple trifulca de patio de vecinos salta al ámbito disciplinario. Es noticia, sin duda, pero reconozcamos que tiene una importancia relativa, nada que ver con la acusación de mentiroso que Guardiola profirió hace algún tiempo respecto a un colegiado, esto sí que fue grave, gravísimo. En cambio, un mero intercambio de palabras altisonantes entre dos entrenadores y al margen del juego no parecía que tuviera tanta importancia como se le ha dado. Si en lugar de tratarse del entrenador del Real Madrid, o simplemente del hollywoodiense Mourinho, los técnicos enfrentados fuesen ambos de la clase media, el asunto, feo sin duda, habría consumido una esquina de una sóla página de periódico.
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