Este sábado se despidió de la UD Las Palmas un auténtico señor de los banquillos. Los amarillos jamás olvidaremos estas dos temporadas en las que un técnico situado geográficamente en las antípodas, logró acertar con la tecla que llevábamos buscando desde la segunda época dorada de la UD, la de los argentinos Carnevali, Wollf, Brindisi y Morete, acompañando a otra buena camada de la cantera amarilla.
Sí, así es. Hay que remontarse casi cuarenta años atrás para
que los amarillos recuperásemos un patrón de juego, un sistema reconocible, con
defectos, pero identificable precisamente con el estilo tradicional del fútbol canario,
pausado y técnico.
Un cántabro, un señor fuera y dentro de los terrenos de
juego, culto, formado y con un talante excepcional, llegó, procedente del paro -voluntario-
es cierto, cuando la UD Las Palmas
iniciaba su cuesta abajo hacia Segunda (fue despedido Paco Herrera, que nos
subió a Primera) y en pocas jornadas consiguió dejar su impronta en los
jugadores. Rescató a Tana, potenció al gigante de Viera, despertó al gran
mediocentro que es Roque, etc.
Setién nos resucitó. Es cierto que la materia prima estaba
aquí, pero es más cierto que siempre ha estado ahí y nadie la veía. Sin ir más
lejos, en el partido del viernes contra el Villarreal había nueve canarios en
el campo, ahí es nada.