Si el acta no contiene otras observaciones concretas, ambas tarjetas deberían ser anuladas por el Comité de Competición, por dos razones: la primera, porque no refleja "hechos", sino conceptos ("encararse con nosotros, protestando, de forma ostensible y reiterada"); la segunda, porque Paco Jémez no pronunció frase alguna en contra del colegiado. En el mismo periódico se recogen declaraciones suyas post partido en las que manifiesta que no se dirigió al árbitro en ningún momento, "no estoy dispuesto a que se me acuse de algo que no he hecho".
Recordemos lo que dice la reglamentación al respecto.
El Reglamento General de la Federación Española de Fútbol (artículo 311) establece que el árbitro del encuentro deberá hacer constar en el acta «las amonestaciones o expulsiones que hubiera decretado, exponiendo claramente las causas, pero sin calificar los hechos que las motivaron». Es decir, el árbitro debe limitarse a relatar pormenorizadamente la conducta reprochable por la cual amonesta o expulsa. Ejemplo: "en el minuto 60 fue expulsado el jugador 8 del equipo "A" por dirigirse al asistente con esta frase: "hijo de puta, no te enteras".
Por otro lado, en el supuesto de que el acta reflejase "los hechos", la presunción de veracidad de que goza el colegiado podría ser desvirtuada si la U.D. consigue probar lo que dice Jémez.
¿Por qué entonces las amonestaciones arbitrales?
Todo indica que determinados gestos de Jémez, sin mediar palabra, no fueron del agrado del colegiado y los interpretó como protestas ostensibles.
Llegados a este punto, queremos reiterar una sugerencia que venimos haciendo a los colegiados desde hace una década en los distintos clinics arbitrales a los que he sido invitado como ponente. Que pongan el acento en el juego violento o brusco y menos en las frases altisonantes, salvo que sean deliberadamente ofensivas. Ejemplo: “el jugador número 5 del equipo "B" zancadillea por detrás y levanta por el aire al jugador numéro 9 del equipo "A" sin mediar balón, acción a la que responde este último con la siguiente frase: "será animal este tío". Hay que entender el contexto, el árbitro debe saber apreciar la diferencia, sancionando como merece la acción violenta del defensa y dejando pasar la frase del delantero, pues es puramente reactiva, está a doscientos por mil, y no debe considerarse ofensiva.
El mismo criterio debería haber aplicado el colegiado del sábado a Paco Jémez. Los simples gestos de discrepancia en un ambiente muy caldeado no son ofensivos para nadie y si en verdad se produjeron, debió haberlos pasado por alto.
No basta con serlo, hay que parecerlo, y los aficionados tienen la mosca detrás de la oreja. Se preguntan si los incidentes que hemos tenido con los árbitros esta temporada han influido en el colegiado. En sus manos tiene la posibilidad de deshacer el entuerto, emitiendo un anexo al acta arbitral en el que reconozca el error de apreciación.
reservar varios jugadores titulares en el partido del Camp Nou, a lo que el técnico de los asturianos respondió calificándolo de "canalla" y "mal compañero". La disputa verbal se prolongó tras la conclusión del partido reciente entre el Sporting y el Real Madrid, cuando en las galerías del Molinón, Mourinho y sus ayudantes se enzarzaron con Preciado en un cruce de gestos y recaditos que ponían colofón a la crispación que rodeó el choque. "Cuando iba con mi hijo por la zona mixta, Mourinho levantó los dos dedos en señal de victoria o de Segunda y uno de sus ayudantes nos gritó ¡a Segunda!", relató Preciado. Según la versión del Madrid, fue el técnico sportinguista el que inició el incidente, al lanzar una botella de plástico al autobús madridista, insultar y llevarse ambas manos a los genitales.