Este sábado se despidió de la UD Las Palmas un auténtico señor de los banquillos. Los amarillos jamás olvidaremos estas dos temporadas en las que un técnico situado geográficamente en las antípodas, logró acertar con la tecla que llevábamos buscando desde la segunda época dorada de la UD, la de los argentinos Carnevali, Wollf, Brindisi y Morete, acompañando a otra buena camada de la cantera amarilla.
Sí, así es. Hay que remontarse casi cuarenta años atrás para
que los amarillos recuperásemos un patrón de juego, un sistema reconocible, con
defectos, pero identificable precisamente con el estilo tradicional del fútbol canario,
pausado y técnico.
Un cántabro, un señor fuera y dentro de los terrenos de
juego, culto, formado y con un talante excepcional, llegó, procedente del paro -voluntario-
es cierto, cuando la UD Las Palmas
iniciaba su cuesta abajo hacia Segunda (fue despedido Paco Herrera, que nos
subió a Primera) y en pocas jornadas consiguió dejar su impronta en los
jugadores. Rescató a Tana, potenció al gigante de Viera, despertó al gran
mediocentro que es Roque, etc.
Setién nos resucitó. Es cierto que la materia prima estaba
aquí, pero es más cierto que siempre ha estado ahí y nadie la veía. Sin ir más
lejos, en el partido del viernes contra el Villarreal había nueve canarios en
el campo, ahí es nada.
Los aficionados amarillos siempre hemos tenido una especial
comunión con los jugadores de la cantera. Bien es verdad que lo mismo
podrían decir los aficionados de los otros clubes, pero, para fortuna de los
canarios, aquí hay buena materia prima. Son muchos y buenos los jugadores que
ha dado esta tierra. Desde el primer Silva, de los años cincuenta, hasta el
último Silva, que ahora milita en el Manchester City, una larga lista de
jugadores canarios han triunfado con su técnica (Viera), inteligencia futbolística
(Valerón) y, en algunos casos su determinación (Vitolo).
Pero esto ya lo teníamos antes de que llegara Setién caído
del cielo. Él, y no otro, supo detectar el talento canario y colocar las piezas
en su sitio. A partir de ahí, un sistema basado en el control de la pelota y
buenas maneras han llevado al equipo canario a cotas, otrora alcanzadas, pero
ya inimaginables.
Dicho esto, la pregunta es: ¿quién gana con esta ruptura?
Nadie. El club canario, porque no hay garantías de que otro
entrenador sepa explotar las virtudes de los jugadores nativos. Y Setién,
porque tampoco dispone de la seguridad de que en el próximo club vaya a contar con
los mimbres que él mismo ha calificado como "extraordinarios" de Canarias.
En fin, hagamos un rezo por los dos, por la UD Las Palmas y
por Setién.
Por el club, para que los resultados no le aboquen a una
escalada de contrataciones fallidas de técnicos y peligro de descenso.
Y por Setién, para que su estancia en el próximo club sea,
como mínimo, igual de satisfactoria que su etapa en la UD Las Palmas.
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