Resulta que un buen día Jaume Roures, máximo representante de Mediapro, se despierta de una pesadilla: las pérdidas del Grupo eran de tal magnitud que ni la vía del concurso de acreedores podría revertir la situación. Y se le ocurrió releer los contratos que tiene firmados con los clubes para la retransmisión de los derechos televisivos por si encontraba algo. Y bien que lo encontró. Los contratos en cuestión no sólo recogían los derechos de TV, sino toda clase de derechos de retransmisión, es decir, incluían la emisión en audio a secas. Y ahí se le abrieron los ojos. A partir de ahora, se dijo, las radios pasarán por caja.
El siguiente paso era recordar a la LFP que esa cláusula existía y que el hecho de no haberla ejecutado hasta ahora no era impedimento para aplicarla en el futuro. Efectivamente, los juristas de ambos lados comprobaron que así era y empezó el baile.
Lógicamente, a Roures no le apetecía dirigirse individualmente a los clubes, como era lo procedente, pues son ellos los titulares originales de los derechos. El camino más corto era la LFP. Ya se encargaría ésta de lidiar con los clubes. Y así sucedió. La LFP recordó a todos sus asociados que la cláusula de marras estaba vigente y que, por tanto, los clubes deberían impedir a las radios desarrollar su labor dentro de sus instalaciones sin la previa conformidad del operador que tenía cedidos los derechos, Mediapro, y la propia LFP.
Se han celebrado ya dos jornadas de liga y el asunto sigue empantanado. Las radios se han negado a negociar el asunto y los clubes le han impedido hacer el trabajo de costumbre, a pesar de lo cual, dicho sea de paso, se las han agenciado para seguir emitiendo los carruseles.
Dicho esto, nos planteamos una cuestión previa: ¿Era este el momento para que la LFP y Mediapro ejecutasen esa parte olvidada de los contratos de cesión de derechos? Creemos que no. El fútbol español lleva un tiempo en la UVI. Son variadas y graves las amenazas que le acechan. El fuerte endeudamiento de los clubes, el conflicto inacabado de la AFE o el reparto de los derechos de la Quiniela o de la televisión, tienen de por sí la suficiente entidad como para hundir el sistema. Precisamente, hace escasos días hemos sido testigos de cómo la clase media del fútbol español, a instancia del presidente del Sevilla, José María del Nido, se rebelaba contra la LFP por el reparto, que tachan de injusto, de los derechos de TV.
Por otro lado, cada semana nos encontramos con algún nuevo club en concurso de acreedores o simplemente saltan noticias de grandes números rojos en las cuentas de resultados de los mismos.
La AFE, si bien es cierto que ha llegado a un acuerdo con la LFP, y por ello ha desconvocado la huelga, podría levantarse en armas nuevamente si el pacto no se materializa. En este sentido, juega a su favor la reforma de la Ley Concursal, que está a punto de ser aprobada por el Senado. El reivindicado descenso por razones administrativas, aunque el club esté en concurso, parece que saldrá adelante. Pero otros asuntos, como la deuda histórica (50 millones de euros) o el reparto de La Quiniela, entre otros, están pendientes de concretarse.
Por eso nos parece que no era el momento de plantear el canon radiofónico. Sobre todo, cuando el tema es muy controvertido. En la labor de los locutores radiofónicos no hay consenso en torno a si es mera información o si se trata de la retransmisión de un evento de forma comercial.
La controversia no es fácil de resolver; creemos que ambas partes tienen algo de razón. El siguiente paso sería encontrar el equilibrio en esa colisión de intereses legítimos. El de los clubes, en cuanto al cobro por la difusión en directo de los eventos que se desarrollan en sus instalaciones, y el derecho de los medios radiofónicos a ejercer la libertad de información consagrada en nuestra Constitución.
Visto como está el panorama, parece seguro que el tema llegará a los juzgados, por lo que hemos de esperar a que se pronuncien. Mientras tanto, sería conveniente que la LFP negociara con Mediapro suspender la medida ya implantada y permitir de forma provisional a las radios realizar su labor como hasta ahora. Desde luego, la convulsión interna que se ha desatado en la LFP por el reparto de los derechos de TV no la sitúa precisamente en un escenario ideal para emprender esta otra guerra. Lo lógico sería que las partes resolvieran el conflicto por la vía del arbitraje, con el que conseguirían una resolución (laudo) por parte de verdaderos especialistas en la materia y en un breve lapso de tiempo.
La suspensión de la medida vendría muy bien, pues, para aplacar un poco a esa bestia que ha puesto sus garras en el fútbol profesional: Don Dinero.
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